En un estudio de casos-control sobre la relación entre los factores ambientales y profesionales y las malformaciones congénitas (Kurppa y cols. 1986) se identificaron 1.475 casos en el Registro Finlandés de Malformaciones Congénitas durante el período entre 1976 y 1982 (véase la Tabla 52.6). En uno de los casos de malformaciones, el control se hizo en una mujer del mismo distrito, cuyo parto tuvo lugar inmediatamente antes. La exposición a las pantallas de visualización de datos (PVD) durante el primer trimestre del embarazo fue evaluada direc- tamente mediante entrevistas personales realizadas tanto en la clínica durante una visita postparto, como en el domicilio. La clasificación del uso de las PVD como probable o evidente la hicieron higienistas industriales (que no conocían el resultado del embarazo) a partir de la denominación del trabajo y las respuestas a las preguntas abiertas en las que se pedía a las mujeres que describieran una jornada laboral normal. No hubo evidencias de un mayor riesgo ni entre las mujeres que dijeron estar expuestas a las PVD (OR 0,9; IC 95 % 0,6 – 1,2) ni entre las mujeres cuya denominación del trabajo indicaba una posible exposi- ción a las PVD (235 casos/255 controles).
Se identificó una cohorte de mujeres suecas pertenecientes a tres grupos profesionales estableciendo un vínculo entre el censo profesional y el Registro Médico de Nacimientos durante 1980–1981 (Ericson y Källén 1986). Se realizó un estudio de casos en esta cohorte; los casos fueron: 412 mujeres hospitalizadas por abortos espontáneos y 110 mujeres más con otras consecuencias (muerte perinatal, malforma- ciones congénitas o peso al nacer inferior a 1.500 g). Los controles se hicieron en 1.032 mujeres de edad similar, con hijos sin ninguna de estas características, elegidas del mismo registro. De acuerdo con los índices de probabilidades no ajustados, se observó una relación exposición–respuesta entre la exposición a las PVD estimada en horas por semana (divididas en categorías de cinco horas), y las consecuencias en el embarazo (excluidos los abortos espontáneos). Después de considerar factores como el consumo de tabaco y el estrés, no fue significativo el efecto del uso de las PVD sobre todas las consecuencias adversas para el embarazo.
Se realizó un estudio de cohortes con 4.117 embarazos en empleadas de la seguridad social de Suecia (Westerholm y Ericson 1986), seleccionando para ello uno de los tres grupos profesionales identificados por Ericson en un estudio anterior. Se compararon las tasas de abortos espontáneos con hospitalización, bajo peso al nacer, mortalidad perinatal y malformaciones congénitas en esta cohorte con las tasas en la población general. La cohorte fue dividida en cinco grupos de exposición, definidos por el sindicato y los representantes patronales. No se halló una mayor tasa en ninguna de las consecuen- cias estudiadas. El riesgo global relativo de abortos espontáneos, estan- darizado por la edad de la madre, fue de 1,1 (IC 95 % 0,8 – 1,4).
Se realizó un estudio de cohortes de 1.820 nacimientos en mujeres que trabajaron en alguna ocasión en el centro de servicio postal noruego entre 1967–1984 (Bjerkedal y Egenaes 1986).Se calcularon las tasas de niños nacidos muertos, muertos durante la primera semana después del parto, muerte perinatal, peso bajo o muy bajo al nacer, nacimientos pretérmino, partos múltiples y malformaciones congénitas en los embarazos ocurridos durante el período de trabajo en el centro
(990 embarazos) y los ocurridos antes o después del trabajo en el centro (830 embarazos). Las tasas de consecuencias adversas en el embarazo se estimaron para tres períodos de seis años, 1967–1972,
1973–1978 y 1979–1984. La introducción de las PVD comenzó en
1972, y en 1980 su uso estaba generalizado. El estudio concluyó que no había indicios de que la introducción de las PVD en el centro hubiese producido un aumento en la tasa de consecuencias adversas en el embarazo.
Se identificó una cohorte de 9.564 embarazos a través de los registros de pruebas de embarazo en orina de tres clínicas de California en 1981–1982 (Goldhaber, Polen y Hiatt. 1988). Un requisito para parti- cipar en este estudio era tener un seguro médico del norte de California.
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