miércoles, 9 de octubre de 2013

Control del problema (II)

Los contenedores de residuos peligrosos no constituyen una solución perfecta al problema de la contaminación del suelo. En su diseño intervienen costosos conocimientos especializados, su construcción es cara y pueden exigir una vigilancia que repre- sente un coste permanente. No garantizan que no se vaya a producir en el futuro una contaminación de las aguas subterrá- neas, aunque pueden reducir al mínimo esa posibilidad. Un importante inconveniente es que es inevitable que alguien viva en sus cercanías. Las comunidades en que se sitúan o se proyecta situar vertederos de residuos peligrosos suelen oponerse a ellos con energía, lo que dificulta a los gobiernos la concesión de la autorización. Es lo que se denomina el síndrome de “no en mi patio”, y es una respuesta habitual al emplazamiento de instala- ciones que se consideran indeseables. En el caso de los verte- deros de residuos peligrosos, este síndrome tiende a ser especial- mente acentuado.
Por desgracia, sin vertederos de contención de los residuos peligrosos, la sociedad puede perder por completo el control de la situación. Cuando no se dispone de un vertedero o cuando es demasiado caro utilizarlo, los residuos peligrosos suelen elimi- narse ilegalmente. Entre las prácticas ilegales figuran el vertido de residuos líquidos al suelo en lugares distantes o en desagües que desembocan en los cursos de agua locales y su traslado a jurisdicciones que tienen una legislación más laxa en materia de manipulación de sustancias peligrosas. Ello puede provocar una situación más peligrosa aún de la que se derivaría de la exis- tencia de un vertedero mal gestionado.
Puden utilizarse varias tecnologías para eliminar los residuos restantes. Una de las más limpias y eficaces es la incineración a

altas temperaturas, pero el coste de las instalaciones es muy elevado. Uno de los enfoques más prometedores consiste en la incineración de residuos tóxicos líquidos en hornos de cemento, que funcionan a las altas temperaturas necesarias y existen tanto en el mundo en desarrollo como en el mundo desarrollado. La inyección en pozos profundos, por debajo del nivel freático, es una posibilidad para las sustancias químicas que no pueden eliminarse de otro modo. No obstante, la migración a las aguas subterráneas es una cuestión delicada, y a veces unas condi- ciones inusuales de presión bajo tierra o filtraciones en los pozos llevan a su contaminación. La deshalogenación es una tecno- logía química que despoja a los hidrocarburos halogenados, como los PCB, de los átomos de cloro y bromo, de manera que luego pueden eliminarse fácilmente por incineración.
Una importante cuestión sin resolver en el ámbito de la mani- pulación municipal de los desechos sólidos es la contaminación por residuos peligrosos vertidos de forma accidental o volun- taria. Este riesgo puede reducirse al mínimo desviando esos materiales por una vía distinta. En su mayoría, los sistemas municipales de manipulación de desechos sólidos desvían los residuos químicos y peligrosos de modo que no contaminen el flujo de desechos sólidos. Lo ideal es que ese nuevo flujo de dese- chos se desvíe a un vertedero seguro.
Existe una necesidad apremiante de instalaciones para recoger y eliminar adecuadamente pequeñas cantidades de resi- duos peligrosos con un coste mínimo. Una persona que tiene en su poder una botella o una lata de disolvente, plaguicida o algún polvo o líquido desconocido por lo general no puede permitirse el elevado coste de una eliminación adecuada, y no es consciente del riesgo. Se necesita algún sistema para recoger esos residuos peligrosos a los consumidores antes de que los viertan en el suelo, los tiren por el inodoro o los quemen y liberen en la atmósfera. Hay ayuntamientos que patrocinan los denominados
“días de recogida de tóxicos”, en los que los vecinos llevan pequeñas cantidades de materiales tóxicos a un lugar central para una eliminación segura de los mismos. En algunas zonas urbanas se han introducido sistemas descentralizados, que incluyen la recogida domiciliaria o local de pequeñas cantidades de sustancias tóxicas para su eliminación. En Estados Unidos, la experiencia ha demostrado que la gente está dispuesta a recorrer diez kilómetros para eliminar en condiciones de seguridad los desechos tóxicos domésticos. Es urgente educar a los consumi- dores y promover la conciencia de la toxicidad potencial de los productos habituales. Los plaguicidas en aerosol, las lejías, los productos de limpieza para el hogar y los líquidos limpiadores son potencialmente peligrosos, sobre todo para los niños.

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