Las consecuencias económicas de la contaminación del agua pueden ser bastante graves, dados sus efectos perjudiciales sobre la salud humana y el medio ambiente. La mala salud limita la productividad de los seres humanos, y la degradación ambiental reduce la productividad de los recursos hídricos que utiliza directamente la gente.
Esta carga de patología económica puede expresarse no sólo en costes de tratamiento, sino también cuantificando la pérdida de productividad. Así ocurre especialmente con las enferme- dades que son sobre todo invalidantes, como la diarrea o el “gusano de Guinea”. En la India, por ejemplo, se ha estimado que cada año se pierden alrededor de 73 millones de jornadas de trabajo por enfermedades relacionadas con el agua
(Arceivala 1989).
Las deficiencias de saneamiento y las epidemias resultantes tienen también un coste económico muy alto, como ha quedado patente en la reciente epidemia de cólera de América Latina. Se ha estimado que la epidemia tuvo en Perú un coste de
1.000 millones de dólares debido a la caída de las exporta- ciones agrícolas y del turismo. Esa cantidad es más del triple de lo que había invertido el país en servicios de abastecimiento de agua y saneamiento durante el decenio de 1980 (Banco Mundial 1992).
Los recursos hídricos afectados por la contaminación no resultan ya adecuados como fuentes de agua para el abastecimiento municipal. En consecuencia, es necesario instalar costosas depuradoras o traer el agua limpia desde muy lejos, lo que ocasiona unos costes mucho más elevados.
Económica y Social para Asia y el Pacífico (CESPAP) estimó que el daño ambiental en 1985 tuvo un coste más o menos equiva- lente al 3 % del PNB, unos 250.000 millones de dólares, mien- tras que el coste de corregir esos daños sería de alrededor del1 %.
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