Dado que los resultados negativos para la salud son más evidentes en los trabajadores, se ha utilizado la información sobre los efectos de la exposición en el trabajo a sustancias tóxicas (por ejemplo, a metales pesados como el plomo, el mercurio, el arsénico y el níquel, así como a carcinógenos muy conocidos como el amianto) para calcular el riesgo que presentan esos factores para la salud de la comunidad en general. En el caso del cadmio, por ejemplo, ya en 1942 empe- zaron a notificarse casos de osteomalacia con fracturas múltiples en trabajadores de una fábrica francesa que producía pilas alca- linas. Durante los decenios de 1950 y 1960, la intoxicación por cadmio se consideró una enfermedad estrictamente laboral. Sin embargo, los conocimientos obtenidos en el lugar de trabajo contribuyeron a que se reconociera que la osteomalacia y la enfermedad renal que se estaba observando en Japón por aquella época, la enfermedad de “Itai-itai”, se debían en realidad a la contaminación del arroz por regar los cultivos con agua contaminada por cadmio procedente de fuentes industriales (Kjellström 1986). Así pues, la epidemiología en el trabajo ha contribuido en gran medida al conocimiento de los efectos de la exposición ambiental, lo que constituye una razón más para vincular estos dos ámbitos.
A escala individual, la enfermedad profesional afecta al bienestar en el hogar y en la comunidad y, en general, una persona que tiene problemas de salud por insuficiencias en el hogar y en la comunidad no puede ser productiva en el lugar de trabajo. Desde un punto de vista estrictamente científico, para realizar una auténtica evaluación de efectos sobre la salud y establecer las relaciones dosis-respuesta es necesario tener en cuenta las exposiciones totales (ambientales más profesionales). Un ejemplo clásico es la exposición a plaguicidas: la exposición en el lugar de trabajo puede verse considerablemente incremen- tada por la exposición en el medio ambiente, a través de la contaminación de los alimentos y las fuentes de agua, y de la exposición no profesional transmitida por el aire. Tomando únicamente los episodios de más de 100 intoxicados por alimentos contaminados, la OMS (1990c) ha documentado más de 15.000 casos de afectados y 1.500 fallecidos debido a una intoxicación por plaguicidas. En un estudio realizado sobre culti- vadores de algodón de Centroamérica que utilizaban plagui- cidas, no sólo muy pocos de los trabajadores tenían acceso a ropa protectora, sino que prácticamente todos vivían en un radio de 100 metros de los campos de algodón, muchos en viviendas temporales sin paredes que les protegieran de la vaporización aérea de los plaguicidas. Además, los trabajadores solían lavarse en canales de regadío que contenían residuos de plaguicidas, lo que incrementaba aún más la exposición (Michaels, Barrera y Gacharna 1985). Para comprender la relación existente entre la exposición a plaguicidas y cualquiera de los efectos sobre la salud notificados se han de tener en cuenta todas las fuentes de exposición. En consecuencia, la evaluación simultánea de la exposición en el lugar de trabajo y la exposición ambiental mejora la precisión de la misma en los dos ámbitos.
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