lunes, 23 de septiembre de 2013

LOS PAISES EN DESARROLLO Y LA • CONTAMINACION (I)

La contaminación industrial es un problema más complejo en los países en desarrollo que en las economías desarrolladas. Los obstáculos estructurales que dificultan la prevención y limpieza de la contaminación son mayores. Esos obstáculos son en gran parte económicos, pues los países en desarrollo no poseen los recursos necesarios para controlar la contaminación en la misma medida en que lo hacen los países desarrollados. Por otra parte, los efectos de la contaminación pueden ser muy costosos para una sociedad en desarrollo en términos de salud, residuos, degra- dación del medio ambiente, reducción de la calidad de vida y coste de limpieza en el futuro. Un ejemplo extremo es la preocu- pación por el futuro de los niños expuestos al plomo en algunas megaciudades de países donde aún se utiliza la gasolina con plomo, o que viven en las proximidades de fundiciones. Se ha comprobado que algunos niños tienen niveles de plomo en sangre lo suficientemente elevados para afectar a su inteligencia y sus facultades cognitivas.
En los países en desarrollo, la industria suele funcionar con poco capital en comparación con los países desarrollados, y los fondos de inversión de que dispone se dedican en primer lugar a la adquisición del equipo y los recursos necesarios para la producción. Los economistas consideran “improductivo” el capital destinado a la lucha contra la contaminación, pues no genera un incremento de la producción ni de los rendimientos financieros. Pero la realidad es más compleja. Es posible que invertir en la lucha contra la contaminación no produzca un rendimiento directo evidente para la empresa o el sector, pero ello no significa que sea una inversión no rentable. En muchos casos, como por ejemplo, en el refino del petróleo, la lucha contra la contaminación reduce también la cantidad de residuos
e incrementa la eficiencia de la explotación, de modo que la empresa sí obtiene un beneficio directo. Allí donde la opinión pública tiene peso y a una empresa le interesa mantener buenas relaciones públicas, la industria debe hacer un esfuerzo por controlar la contaminación en su propio interés. Por desgracia, en muchos países en desarrollo la estructura social no propicia esta situación, ya que la gente más duramente afectada por la contaminación tiende a pertenecer a las capas más empobre- cidas y marginadas de la sociedad.
La contaminación puede causar daños al medio ambiente y a la sociedad en general, pero se trata de “deseconomías externas” que no afectan sustancialmente a la empresa misma, o al menos no la afectan desde el punto de vista económico. Lo que ocurre más bien es que los costes de la contaminación tienden a ser soportados por la sociedad en su conjunto, y la empresa se libera de ellos. Así sucede especialmente cuando la industria de que se trate es crítica para la economía local o las prioridades nacio- nales, lo que propicia una gran tolerancia hacia los daños que causa. Una solución sería “internalizar” esas deseconomías externas incorporando a los costes de explotación de la empresa los costes de limpieza o los costes estimados del daño ambiental bajo la forma de impuestos. La empresa tendría así un incentivo financiero para controlar la contaminación. Pero prácticamente ningún gobierno de países en desarrollo está en condiciones de establecer este impuesto.
En la práctica, raras veces se dispone de capital para invertir en equipos de control de la contaminación, a menos que la normativa oficial presione en ese sentido. Sin embargo, es muy infrecuente que los gobiernos se sientan motivados a regular la industria si no tienen razones apremiantes para ello y se ven presionados por sus ciudadanos. En la mayoría de los países desarrollados, la población tiene una razonable seguridad en materia de salud y de vida, y esperan mejorar su calidad de vida, algo que asocian con un entorno más limpio. Como hay más seguridad económica, esos ciudadanos están más dispuestos a aceptar un aparente sacrificio económico para conseguir un medio ambiente más limpio. En cambio, y para ser competitivos en los mercados mundiales, muchos países en desarrollo se mues- tran reacios a imponer normas a sus industrias. Al contrario, esperan que el crecimiento industrial de hoy conduzca a una sociedad del mañana suficientemente rica para corregir la conta- minación. Por desgracia, el coste de la limpieza se incrementa al mismo ritmo o a un ritmo superior que los costes asociados al desarrollo industrial. En una fase temprana del desarrollo indus- trial, a un país en desarrollo le costaría en teoría muy poco prevenir la contaminación, pero esos países casi nunca poseen los recursos de capital necesarios para hacerlo. Posteriormente, cuando el país sí posee los recursos necesarios, los costes suelen ser increíblemente altos y el daño ya se ha producido.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario