Los primeros informes de problemas de la piel entre las personas que trabajaban cerca de una PVD proceden de Noruega, en 1981. En el Reino Unido, Estados Unidos y Japón también se han descrito algunos casos. En Suecia, sin embargo, se han publicado numerosos casos, y los debates sobre los efectos del uso de las PVD sobre la salud se intensificaron cuando el Consejo Nacional de Aseguradoras sueco reconoció en 1985 un caso de enfermedad dérmica en un operador de PVD como una enfermedad profesional. La aceptación de la indemnización en este caso coincidió con un aumento notable del número de casos de enfermedades dérmicas que se sospechaba que estuvieran relacionados con el uso de las PVD. En el departamento de dermatología laboral del Hospital Karolinska de Estocolmo, el número de casos aumentó de siete entre 1979 y 1985 a 100, entre noviembre de 1985 y mayo de 1986.
A pesar del número relativamente grande de personas que acudieron en busca de un tratamiento médico, por lo que ellos creían que eran problemas de piel relacionados con el uso de las PVD, no existen pruebas concluyentes de que las PVD, por sí mismas, causen enfermedades dérmicas de origen profesional. La frecuencia de enfermedades dérmicas en personas expuestas a las PVD parece tratarse de una coincidencia o podría estar relacionada con otros factores del lugar de trabajo. La observa- ción de que el aumento en la incidencia de quejas por problemas de piel entre los operadores de PVD suecos no se haya obser- vado en otros países en los que el debate en los medios de comunicación no ha sido tan intenso, corrobora esta conclusión. Además, los datos científicos obtenidos en estudios de provocación, en los que se ha expuesto intencionalmente a pacientes a campos electromagnéticos relacionados con las PVD para deter- minar si podía inducirse un efecto en la piel, no muestran datos significativos que permitan demostrar un posible mecanismo para el desarrollo de estos problemas que pudiera estar relacionado con los campos derivados de las PVD.
Con todo, es posible que el estrés relacionado con el trabajo sea un factor importante para explicar las molestias dérmicas asociadas con el uso de las PVD. Por ejemplo, en estudios de seguimiento de subgrupo de empleados de oficina expuestos a las PVC que estaban siendo estudiados por problemas de piel, se comprobó que el número de empleados del grupo con síntomas dérmicos que experimentaban estrés laboral era significativa- mente mayor que en el grupo sin síntomas de piel. Se observó una correlación entre los niveles de las hormonas sensibles al estrés, (testosterona, prolactina y tiroxina) y los síntomas de piel durante los días que trabajaban, pero no en sus días libres. Así, una posible explicación de las molestias faciales asociadas con el uso de PVD podría ser por los efectos de la tiroxina, que produce una dilatación de los vasos sanguíneos (Berg y cols. 1992).
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