Desde la invención de los sistemas operativos de tiempo compartido en 1963 y especialmente desde la introducción de los micro- ordenadores en 1978, el desarrollo de las interfaces persona-ordenador ha sido vertiginoso (véase historia en Gaines y Shaw 1986). El estímulo para este desarrollo se encuentra principalmente en tres factores simultáneos:
En primer lugar, la rápida evolución de la tecnología informática como resultado de los avances de la ingeniería eléctrica, de las ciencias, físicas e informáticas, ha sido uno de los determinantes principales del desarrollo de la interfaz de usuario. A ello se debe la aparición de ordenadores cada vez más potentes y rápidos, con gran capacidad de memoria, pantallas gráficas de alta resolución, y dispositivos señaladores más naturales que permiten la manipulación directa (ratones, “trackballs”). Estas tecnologías también fueron las responsables de la aparición de los microordenadores y que constituyeron la base para las interfaces basadas en caracteres de los decenios de 1960 y1970, para las interfaces gráficas de finales del decenio de 1970 y las inter- faces multimedia e hipermedia aparecidas a mediados del decenio de 1980, basadas en entornos virtuales o en el uso de tecnologías de reconocimiento de entrada alternativa (por ejemplo, detección de voz, de escritura y del movimiento). En los últimos años, se ha realizado una investigación y un desarrollo considerables en estas áreas (Waterworth y Chignel 1989; Rheingold 1991). Acompañando a estos avances, se han desarrollado herramientas de software cada vez más avanzadas para el diseño de interfaces (por ejemplo, los sistemas de división en ventanas, las bibliotecas de objetos gráficos o los sistemas de desarrollo de prototipos) que reducen de forma importante el tiempo necesario para desarrollar las interfaces.
En segundo lugar, los usuarios de los sistemas informáticos han tenido un papel muy importante en el desarrollo de interfaces eficaces por tres motivos: el primero, porque los usuarios actuales no son ingenieros ni investigadores, a diferencia de los usuarios de los primeros ordenadores. Es por esto que piden sistemas que sean fáciles de aprender y de utilizar. El segundo motivo, la edad, el sexo, el idioma, el nivel cultural, la formación, la experiencia, las habilidades, la motivación y el interés de los usuarios individuales es muy variable. Por esto, las interfaces deben ser más flexibles y capaces de adaptarse mejor a una amplia gama de necesidades y expectativas; y tercero, los usua- rios trabajan en sectores económicos diversos y realizan una variedad de tareas muy amplia. Por ello, los desarrolladores de interfaces deben reevaluar constantemente la calidad de sus interfaces.
En último lugar, la gran competitividad del mercado y las expectativas cada vez mayores en cuanto a la seguridad favorecen el desarrollo de mejores interfaces. Dos grupos de aliados son responsables de estos aspectos: por una parte, los productores de software, que luchan por reducir los costes sin perder las características distintivas de sus productos, que les permiten alcanzar sus objetivos comerciales y, por otra, los usuarios para quienes el software es un medio para ofrecer productos y servi- cios más competitivos a sus clientes. Para ambos grupos, una interfaz eficaz ofrece una serie de ventajas:
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