miércoles, 25 de diciembre de 2013

Peligros para la salud en el trabajo

Para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero proce- dentes de los combustibles fósiles, es necesario potenciar otras fuentes renovables de energía. Son muy conocidos los peligros que presenta la energía nuclear para la salud pública y la salud en el trabajo, y será necesario proteger las instalaciones, los trabaja- dores y el combustible consumido. El metanol puede sustituir en gran parte el uso de la gasolina; ahora bien, estas fuentes emiten formaldehídos, lo que supondrá un nuevo peligro para el medio ambiente. Los materiales superconductores para la transferencia de electricidad con eficiencia energética son en su mayoría mate- riales cerámicos compuestos de calcio, estroncio, bario, bismuto, talio e itrio (OMS en prensa).
Menos se sabe sobre la seguridad en el trabajo en las unidades manufactureras de captación de la energía solar. Los principales elementos utilizados para construir las células fotovoltaicas son la sílice, el galio, el indio, el talio, el arsénico y el antimonio (OMS en prensa). La sílice y el arsénico afectan negativamente a los pulmones; el galio se concentra en el riñón, el hígado y los huesos, y las formas iónicas de indio son nefrotóxicas.
Los efectos destructivos de los CFC sobre la capa de ozono estratosférico ya se advirtieron en el decenio de 1970, y en 1978 la EPA de Estados Unidos prohibió la inclusión de esos propul- sores inertes en los aerosoles. En 1985 se despertó una preocupación generalizada cuando un equipo británico que trabajaba en la Antártida descubrió el “agujero” en la capa de ozono (Farman, Gardiner y Shanklin 1985). La posterior aprobación del Protocolo de Montreal en 1987, con modificaciones en 1990 y 1992, ha obligado ya a fuertes reducciones en la producción de CFC.
Las sustancias químicas que pueden sustituir a los CFC son los hidroclorofluorocarbonos (HCFC) y los hidrofluorocarbonos
(HFC). La presencia del átomo de hidrógeno puede facilitar la degradación de esos compuestos por los radicales hidróxilos
(OH–) en la troposfera, con lo que se reduce el potencial de agotamiento del ozono estratosférico. Esas sustancias químicas sustitutivas de los CFC son sin embargo más reactivas biológicamente que aquéllos. La naturaleza de un enlace C-H hace que estas sustancias sean proclives a la oxidación a través del sistema del citocromo P-450 (OMS en prensa).


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