El ozono bloquea la penetración de la radiación ultravioleta B, que tiene longitudes de onda de 290-320 nanómetros, las más destructivas desde el punto de vista biológico. La UVB induce la formación de dímeros de pirimidina en las moléculas de ADN, lesión que, si no se repara, puede degenerar en cáncer (OIIC 1992). El cáncer de piel no melanoma (carcinoma esca- moso y de células basales) y el melanoma de extensión superficial están relacionados con la exposición a la luz solar. En las pobla- ciones occidentales, la incidencia del melanoma se ha incrementado entre un 20%y un 50% cada cinco años en los dos últimos decenios (Coleman y cols. 1993). Cuando no existe una relación directa entre la exposición acumulada a la radiación ultravioleta y el melanoma, se asocia a una exposición excesiva a la radiación ultravioleta durante la infancia. Con una reducción sostenida del 10 % de la capa de ozono estratosférica, los casos de cáncer de piel no melanoma podrían incrementarse en un 26 %, lo que equivale a 300.000 casos más al año a escala mundial; el melanoma podría incrementarse en un 20 %, lo que equivale a 4.500 casos más al año (PNUMA 1991a).
La formación de cataratas es la causa de la mitad de los casos de ceguera en el mundo (17 millones cada año) y va asociada a la radiación UVB en una relación dosis-respuesta (Taylor 1990). Los aminoácidos y los sistemas de transporte de membrana en el cristalino del ojo son especialmente proclives a la fotooxidación por los radicales de oxígeno que genera la irradiación UVB (OIIC 1992). Una duplicación de la exposición a la radicación UVB podría provocar un incremento del 60 % con respecto a los niveles actuales de cataratas corticales (Taylor y cols. 1988). El PNUMA estima que una pérdida sostenida de ozono estratos- férico del 10 % tendría como resultado cerca de 1,75 millones de casos más de cataratas cada año (PNUMA 1991a). Entre otros efectos oculares de la exposición a la radiación UVB figuran la fotoqueratitis, la fotoquerato-conjuntivitis, la pingué- cula y el pterigión (o crecimiento excesivo del epitelio conjun- tivo) y la queratopatía climática de gotitas (OIIC 1992).
La capacidad del sistema inmune para funcionar eficazmente depende del procesamiento “local” de antígenos y su presenta- ción a las células T, así como de un incremento de la respuesta “sistémica” a través de la producción de linfocinas (mensajeros bioquímicos) y de los coeficientes resultantes entre las células T colaboradoras y las células T supresoras. La UVB produce inmunosupresión a ambos niveles. En estudios con animales se ha demostrado que la UVB puede afectar al curso de enferme- dades cutáneas infecciosas, como la oncocercosis, la leishma- niasis y la dermatofitosis, y deteriorar la inmunovigilancia de las células transformadas precancerosas de la epidermis. Estudios preliminares indican además una influencia sobre la eficacia de las vacunas (Kripke y Morison 1986; OIIC 1992).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario