martes, 28 de enero de 2014

Otros efectos

Pero lo que puede resultar más catastrófico para el conjunto de los seres humanos es la perturbación de otras interrelaciones entre organismos, ecosistemas y medio ambiente mundial, sobre las que no sabemos apenas nada. ¿Qué sucederá con el clima mundial y la concentración de gases en la atmósfera, por ejemplo, cuando se llegue a un umbral crítico de despoblación forestal? Los bosques desempeñan funciones decisivas para el mantenimiento de las pautas mundiales de precipitación y la esta- bilidad de los gases atmosféricos.
¿Cuáles serán los efectos sobre la vida marina si una mayor cantidad de radiación ultravioleta provoca la muerte masiva del fitoplancton oceánico, especialmente en los ricos mares situados debajo del “agujero” de ozono antártico? Esos organismos, que están en la base de toda la cadena alimentaria marina sumamente vulnerables al daño producido por la radiación ultravioleta (Schneider l99l; Roberts l989; Bridigare l989).
¿Cuáles serán las consecuencias para el crecimiento de las plantas si la lluvia ácida y las sustancias químicas tóxicas enve- nenan los hongos y bacterias del suelo esenciales para su ferti- lidad? En los últimos 60 años se ha producido ya una pérdida del 40-50 % de las especies de hongos de Europa occidental, entre ellos muchos hongos que establecen micorrizas simbióticas
(Wilson l992), que son cruciales para la absorción de los nutrientes por las plantas. Nadie sabe qué efectos tendrá esa pérdida.
Los científicos desconocen las respuestas a estas y otras preguntas de importancia crítica. Pero hay algunas señales bioló- gicas preocupantes que sugieren que ya se ha producido un daño importante a los ecosistemas mundiales. La caída rápida y simultánea de las poblaciones de muchas especies de ranas en todo el mundo, incluso en medios limpios y alejados de pobla- ciones humanas, indica que pueden estar muriendo como conse- cuencia de algún cambio ambiental mundial (Blakeslee l990). Estudios recientes (Blaustein 1994) sugieren que en algunos de esos casos la causa puede ser el incremento de la radiación ultra- violeta B debido al adelgazamiento de la capa de ozono.
Más cerca de los seres humanos, los mamíferos marinos como los delfines listados del Mediterráneo, las focas moteadas euro- peas que viven frente a las costas de Escandinavia y de Irlanda del Norte y las belugas del río San Lorenzo están muriendo también en un número sin precedentes. En el caso de los delfines y las focas, algunas de las muertes parecen deberse a infecciones por virus morbilli (la familia de virus a la que pertenecen el del sarampión y el del moquillo de los perros), que producen neumonías y encefalitis (Domingo y Ferrer l990; Kennedy y Smyth l988), y que quizás son también consecuencia del dete- rioro de los sistemas inmunes. En el caso de las ballenas parecen intervenir contaminantes químicos como el DDT, el insecticida Mirex, los PCB, el plomo y el mercurio, que tienen un efecto de supresión de la fecundidad de las belugas y en última instancia provocan su muerte a causa de diversos tumores y neumonías (Dold l992). Las osamentas de las belugas estaban en muchas

ocasiones tan repletas de contaminantes que podrían clasificarse como residuos peligrosos.
Cabe preguntarse si entre esas “especies indicadoras”, como los canarios que mueren en las minas de carbón que contienen gases venenosos, en un aviso de que estamos perturbando el frágil equilibrio entre ecosistemas en que se apoyan todas las formas de vida, si entre esas especies figura la nuestra. La reduc- ción del 50 % en los recuentos de espermatozoides de hombres sanos de todo el mundo durante el período 1938-1990 (Carlsen
y cols. l992), el notable incremento de la tasa de malformaciones congénitas de los genitales externos masculinos en Inglaterra y Gales entre 1964 y 1983 (Matlai y Beral l985), la muy impor- tante elevación de las tasas de incidencia de algunos tipos de cáncer en niños blancos entre 1973 y 1988 (Angier l99l) y en adultos blancos entre 1973 y 1987 (Davis, Dinse y Hoel l994) en Estados Unidos, y el constante crecimiento de las tasas de mortalidad por varios tipos de cáncer en todo el mundo en los últimos 30 o 40 años (Kurihara, Aoki y Tominaga 1984; Davis y Hoel 1990a, 1990b; Hoel 1992) son elementos que sugieren que el deterioro del medio ambiente puede estar empezando a poner en peligro no sólo la supervivencia de ranas, mamíferos marinos
y otras especies animales, vegetales y microbianas, sino también la de la especie humana.

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