martes, 21 de enero de 2014

Osos

El auge del mercado negro asiático de partes de osos, con la venta de vesículas biliares por su supuesto valor medicinal (a un precio 18 veces superior a su peso en oro) y de garras como exquisitez gastronómica (Montgomery l992), más la persistencia de la caza y la destrucción de sus hábitat han puesto en peligro las poblaciones de osos en muchas partes del mundo. Si llegan a extin- guirse algunas especies, todos seremos más pobres, no sólo porque son criaturas bellas y fascinantes que ocupan importantes nichos ecológicos, sino también porque algunas especies poseen varios procesos fisiológicos únicos que pueden darnos importantes claves para tratar diversas dolencias humanas. Los osos negros que hibernan, por ejemplo, están inmóviles durante un período de hasta cinco meses en el invierno, y pese a ello no pierden masa ósea (Rosenthal 1993). (Los animales que verdaderamente hibernan, como las marmotas y la ardilla terrestre, muestran un marcado descenso de la temperatura corporal durante la hibernación y no se despiertan fácilmente. Los osos negros, en cambio, “hibernan” a temperaturas corporales casi normales y mantienen plenamente la capacidad de respuesta para defenderse al instante.) A diferencia de los humanos, que durante un período similar de inmovilidad (o sin sostener el peso corporal) perderían casi una cuarta parte de su masa ósea, los osos siguen fabricando hueso nuevo, para lo que utilizan el calcio que circula por su sangre (Floyd, Nelson y Wynne 1990). Comprender los mecanismos de cómo logran esa hazaña puede conducirnos a formas eficaces de prevención y tratamiento de la osteoporosis en las personas de edad avanzada (enorme problema que provoca fracturas, dolores e incapacidad), en las personas obligadas a guardar cama durante mucho tiempo y en los astro- nautas sometidos a prolongados períodos sin gravedad.
Además, los osos que “hibernan” no orinan durante meses. Los humanos que no pueden excretar sus productos de desecho a través de la orina durante varios días acumulan un elevado nivel de urea en la sangre y mueren por su toxicidad. Los osos reciclan de algún modo la urea para fabricar nuevas proteínas, incluidas las musculares (Nelson 1973). Si pudiéramos determinar qué mecanismo rige este proceso quizás podríamos obtener trata- mientos satisfactorios a largo plazo para las personas que padecen insuficiencia renal, que hoy dependen de la desintoxicación periódica en las máquinas de diálisis o de los trasplantes.


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